Uno se pregunta muchas veces en su vida: ¿qué hago con el tesoro? ¿lo tomo? ¿lo dejo? Cualquier decisión implica ganar mucho y dejar mucho también de lado.
Hay quienes aman lo preciado y codiciado y quienes aceptan resignados los segundos o terceros premios.
Alguno de los que quieren el tesoro muchas veces se deja encegecer por éste, y no se da cuenta de que en realidad no vale tanto como parece.
Un segundo sospecha que el tesoro no es tal entonces no lo toma y pierde su oportunidad máxima.
Otro lo tiene ahí: fácil, accesible, al alcanze de la mano; pero no comprende que es realmente un tesoro y no lo agarra con las fuerzas necesarias para que éste no vuele.
Hay que estar despierto, ver el tesoro, pesarlo y tomarlo si es tal, no por la carga de conciencia de no haberlo tomado; no por dejarse encegecer por su brillo; sino por su valor, por ese valor que no es otro que el que nosotros le damos. Siempre está el que te va a decir - ¡pero eso no tiene valor para mi! - pero no todos perseguimos las mismas cosas, no todos tenemos los mismos objetivos.
¡Busquemos ese tesoro y tomémoslo!
(a veces ni siquiera hay que buscarlo)